Influido en parte por la Patafísica de Alfed Jarry y Remy de Gourmont y por procedimientos literarios que como el verso libre de Jules Laforgue no asumían ninguna tradición formal ni cultural previa, Marinetti fue llegando a concebir esta nueva estética. El futurismo fue llamado así por su intención de romper absolutamente con el arte del pasado (el llamado Pasadismo) al considerar que los museos son equivalentes a los cementerios, en especial en Italia, donde la tradición artística del pasado brotaba por doquier y lo impregnaba todo. Había que hacer, pues, tabla rasa del pasado y crear un arte nuevo desde cero, acorde con la mentalidad moderna, los nuevos tiempos y las nuevas realidades. Para ello toma como modelo las máquinas y sus virtudes: la fuerza, la rapidez, la velocidad, la energía, el movimiento, la deshumanización. Diametralmente en contra del Expresionismo, un ismo o vanguardia humanista un poco posterior, dignifica la guerra como espacio donde la maquinización, la energía y la deshumanización han alcanzado cotas máximas. Proscribe lo sentimental y lo anecdótico y no asume absolutamente nada del pasado, ni siquiera la métrica en literatura. Intenta sustituir los nexos por notaciones algebraicas y buscar un léxico radicalmente hechido de tecnologismos y barbarismos, plagado de infinitivos, exclamaciones e interjecciones que denotan energía. Cultiva además una interesante forma de teatro, el llamado teatro sintético, en que las acciones ocurren a velocidad de vértigo y el argumento se desarrolla y acaba en apenas diez minutos, y se elude el elemento humano ocultando las figuras humanas, que sólo pueden adivinarse por metonimia (sólo se ven los pies de los actores).
La estética futurista pregona también una ética, de raíz fundamentalmente machista, misógina y provocadora, amante del deporte y de la guerra ("única higiene del mundo", según Marinetti), de la violencia y del peligro. Igualmente, el futurismo y el propio Marinetti fue politizándose cada vez más hasta coincidir con las tesis del fascismo, en cuyo partido ingresó el italiano en 1919.
El Futurismo fue un movimiento fundamentalmente italiano y de carácter literario (el propio Marinetti), plástico (el pintor argentino Emilio Pettoruti y los pintores italianos Gino Severini, Carlo Carrà, Giacomo Balla o el escultor Umberto Boccioni), arquitectónico (Antonio Sant'Elia) y musical (el ruidismo del compositor Luigi Russolo, antecedente directo de la llamada música concreta), pero tuvo algunos seguidores en Rusia (el poeta Vladimir Maiakovski), en Bélgica (el escritor Émile Verhaeren) y en Portugal (Fernando Pessoa, quien divulgó el movimiento a través de la revista Orpheu, 1915); sin embargo, tras alcanzar su culmen a mediados de los años veinte, la estética futurista fue disgregándose hasta desaparecer en la década de los cuarenta.
La estética futurista pregona también una ética, de raíz fundamentalmente machista, misógina y provocadora, amante del deporte y de la guerra ("única higiene del mundo", según Marinetti), de la violencia y del peligro. Igualmente, el futurismo y el propio Marinetti fue politizándose cada vez más hasta coincidir con las tesis del fascismo, en cuyo partido ingresó el italiano en 1919.
El Futurismo fue un movimiento fundamentalmente italiano y de carácter literario (el propio Marinetti), plástico (el pintor argentino Emilio Pettoruti y los pintores italianos Gino Severini, Carlo Carrà, Giacomo Balla o el escultor Umberto Boccioni), arquitectónico (Antonio Sant'Elia) y musical (el ruidismo del compositor Luigi Russolo, antecedente directo de la llamada música concreta), pero tuvo algunos seguidores en Rusia (el poeta Vladimir Maiakovski), en Bélgica (el escritor Émile Verhaeren) y en Portugal (Fernando Pessoa, quien divulgó el movimiento a través de la revista Orpheu, 1915); sin embargo, tras alcanzar su culmen a mediados de los años veinte, la estética futurista fue disgregándose hasta desaparecer en la década de los cuarenta.
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